- Luarca(Asturias). 17 de junio de 1921.
- Madrid. + 24 de diciembre de 2016.
"Este último 24 de diciembre, cuando los exagerados efluvios, en forma de deseos y saludos, satanizaban, esos momentos; Gil Parrondo, nos dejaba, en silencio; pero re-decorando, como siempre hizo en toda su vida, su fallecimiento, en un fecha señalada, aunque también altamente ingrata.
Pero.....quién era el Señor Parrondo ??; pues fue un director artístico cinematográfico, y único español hasta el momento, en ganar dos oscars.
Definamos un poco, que es eso de director artístico:
En una manera sencilla, podemos decir, que es el que ayuda al director a encontrar sitios, escenarios, ambientes, personajes, tipos de iluminación, objetos......; buscando una atmósfera adecuada, en todos los sentidos, para que se desarrolle bien, la historia que se quiere contar.
En esas épocas, donde las películas eran películas, y todo o casi todo se tenía que construir; Gil, con un trozo de cartón, levantaba; ciudades, desiertos, selvas........."
" Coincidió con actores, como: Joan Fontaine, George Sanders, Zsa Zsa Gabor, Ava Gadner, Charlton Heston, Sofía loren o Boris Karloff;
o directores como: Welles, Cukor, anthony Mann, Nicholas ray, David lean y Richard lester;
y estuvo en películas, como: "Robin y Marian", "Lawrence de arabia", "Patton", "El Cid", "55 días en Pekín", "Doctor Zhivago", "La caída del imperio romano" o "El fabuloso mundo del circo";
casi nada........"
"Participó en unas doscientas películas, se definía como un amante del cine; y también, simplemente, como un sencillo decorador, que es así, como le gustaba que le llamasen."
- PREMIOS.
- Cortesía WIKIPEDIA.
Premios y candidaturas.
Premios Óscar.
Mejor dirección de arte.
1970 Patton Ganador.
1971 Nicolás y Alejandra Ganador.
1972 Viajes con mi tía Nominado.
Premios Goya.
Mejor dirección artística.
1994 Canción de cuna Ganador.
1998 El abuelo Nominado.
2000 You're the One (una historia de entonces) Ganador.
2002 Historia de un beso Nominado.
2004 Tiovivo c. 1950 Ganador.
2005 Ninette Ganador.
2007 Luz de domingo Nominado.
2008 Sangre de mayo Nominado.
Otros premios.
Círculo de Escritores Cinematográficos: Mejor dirección artística por Jeromín (1953) y El fantástico mundo del Doctor Coppelius (1966).
Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo por El fantástico mundo del Doctor Coppelius y Pampa salvaje (1967).
Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1983).
Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (1999).
"Pues nada, allá donde estés, seguro que estarás decorando o estudiando localizaciones, algo que ya dejaste aquí en vida; seguiremos re-viviendo historias, de tus películas....."
Karpov.
(Artículo totalmente personal, con datos de internet).
REPORTAJES DE GIL PARRONDO.
DE OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE.
http://www.abc.es/
Gil Parrondo, un caballero sin espada.
Construyó el terreno para directores que aprendimos a pronunciar gracias a él.
Todos los que se dedican al cine saben que un rodaje es lo más parecido al frente de una batalla, un territorio donde se concentran al tiempo el ruido, el silencio insoportable, la solidaridad, el miedo nervioso, el improperio y un espíritu abruptamente alejado de la cortesía y la corrección tal y como se entienden en cualquier otro lugar. El rodaje es la parte bélica de una película. Y todos los que se dedican al cine saben que Gil Parrondo, hombre de rodaje, pieza esencial de la construcción de tantas y tantas películas, era un perfecto armisticio en el fragor de esa batalla. A su enorme calidad artística, a esa manera tan precisa y preciosa de modelar el espacio y el tiempo para embaucar a la cámara, Gil Parrondo le añadía de un modo natural una elegancia, tanto en el ser como en el estar, que diluía a su alrededor lo bélico entre efluvios e impresiones de tregua, concordato o tratados.
En el cine español ya era un mito antes aún de que se sospechara de que existía esa palabra, y había construido el terreno para directores que aprendimos a pronunciar gracias a él, como Franklin Schaffner, Robert Rossen, Nicholas Ray, Stanley Kramer, David Lean, Henry Hathaway o Anthony Mann. Y trabajó en películas en las que el universo, la reconstrucción y el músculo de su andamiaje visual era el hilo conductor entre el ojo y el corazón, títulos como «Rey de Reyes», «55 días en Pekín», «Doctor Zhivago», «Lawrence de Arabia», «La caída del Imperio Romano», «Patton» o «Nicolás y Alejandra», por las que ganó el Oscar de Hollywood… Con John Milius hizo «El viento y el león» y con Richard Lester «Robin y Marian».
Y su trascendencia dentro del cine español no se resume a situarlo en el mapa de Hollywood, sino que su talento escenográfico ha estado siempre al alcance de nuestros mejores directores. La precisión de su mirada y el sello personal de Gil Parrondo, la creación del más idóneo y mejor acabado parque temático, son el alma y el esqueleto de gran parte de la filmografía de José Luis Garci, con las que consiguió cuatro Premios Goya, por «Canción de cuna», «You’re the One», «Tiovivo» y «Ninette». Hasta su última película, «Holmes y Watson. Madrid Days», en la que hacía una reconstrucción milagrosa de un Madrid decimonónico.
Si mirada a distancia, la obra de Gil Parrondo es de las más impresionantes de la Historia del Cine, tomado él en la corta, en el trato, conversación y tú a tú, su figura de adquiere dimensiones insólitas. Pocas personas (y del cine, menos aún) han transmitido a la vez tanta serenidad y pasión al hablar del arte, el cine o la vida. Ocupaba de un modo totalmente espontáneo ese lugar de creación entre el artista y el ebanista, entre el que tira las ideas y tira las líneas, entre el que crea la atmósfera dentro y fuera del rodaje. Hace tres años se estrenó un magnífico documental, titulado «Desde mi ventana», en el que desvelaba solo una parte, pero sustancial, de sus cualidades como artista y como persona, y verlo allí, diciéndose, producía una admiración absoluta, esa sana envidia de quien, bien pasados los noventa años, conserva toda su lucidez, elegancia, ilusión y talento. Nunca es un buen día para despedirse de alguien admirado y querido, pero hoy resulta inevitable mordisquear con resignación ese nunca y ese adiós.
DE RAFA MARTÍN.
http://www.lashorasperdidas.com/
El arte de Gil Parrondo.
El diseñador de producción, escenógrafo o, como prefería simplemente que le llamaran, “decorador”, Gil Parrondo ha fallecido este sábado a los 95 años de edad, tras casi 70 años de carrera — iniciada en 1939 — que conoció, en su apogeo, el tope absoluto al que puede aspirar un profesional de su disciplina, con el fundamental matiz de su extraordinaria proyección internacional, que le hizo acreedor de dos galardones de la Academia de Hollywood, mérito que solo conoce igual en España en la figura de Pedro Almodóvar.
Realizar un sucinto resumen de su filmografía (más de 200 películas) es imposible. Una breve entrevista publicada en 2014 en los Cuadernos de la Academia de Cine intenta hacer un breve repaso de su carrera internacional, como “creador de espacios” para George Cukor (Viajes con mi tía), Stanley Kubrick (Espartaco), Orson Welles (Mr. Arkadin), Anthony Mann (La caída del Imperio Romano, El Cid), Nicholas Ray (55 días en Pekín, Rey de reyes), David Lean (Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago, en calidad de asociado), Richard Lester (El regreso de los mosqueteros, Robin y Marian), Robert Rossen (Alejandro Magno) o Stanley Kramer (Orgullo y pasión). En España, Parrondo colaboró con José Luis Garci, Mario Camus, Antonio Mercero, Pilar Miró y Carlos Saura, por mencionar algunos directores más o menos contemporáneos, pero su carrera alcanza mucho más allá, estrechamente vinculada con la historia de nuestro cine.
Dentro de la bibliografía dedicada a su figura y las numerosas entrevistas que concedió a lo largo de su vida, queremos dejar aquí material accesible en Internet, comenzando por esta maravilla de entrevista de 82 páginas, con fecha de 1997 y textos de Ignacio Fernández Mañas. En Gil Parrondo, Pasión y Rigor, el decorador de Luarca (Asturias), efectúa un repaso pormenorizado a una carrera que comenzó en 1939, con el bautismo, que él mismo definió, con su debut en Los Cuatro Robinsones, de Eduardo García Maroto, seguida de La Dolores, de Florián Rey, y La Gitanilla, de Fernando Delgado.
Gil Parrondo se educó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde aprendió pintura y arquitectura al tiempo que comenzó a estudiar a directores de producción de la época, en particular del visionario William Cameron Menzies (responsable de la secuencia del incendio de Atlanta de Lo Que el Viento se Llevó, director de la maravillosa sci-fi Things to Come) o Van Nest Polglase (La Fiera de mi Niña, Ciudadano Kane, Sombrero de Copa o Sospecha), y a aprovechar la influencia de las pinturas de Vázquez Díaz, Zuloaga, Sorolla y los impresionistas franceses. No obstante, sus primeros años en el cine están vinculados a un nombre en especial, el del director artístico alemán, afincado en España desde la I Guerra Mundial, Sigfrido Burmann.
“Es mi maestro, sin duda”, apuntó Parrondo en 2002 en una mesa redonda con Jose Luis Garci, Antonio Jiménez-Rico, Jose Antonio Pruneda, Juan Cobos y Eduardo Torres-Dulce. “Lo más importante que aprendí de él –aparte de que artísticamente era un hombre de una capacidad maravillosa- fue la disciplina, que parece una cosa tonta cuando estamos hablando de arte. Pero es lo que permite a uno superar los momentos duros, muy duros, que hay en nuestro trabajo. Parece nimio pero Burmann me enseñó a organizarme bien. Si no tienes esa disciplina –él traía eso de Alemania- es muy duro. No hay que hacer el trabajo simplemente por hacerlo; hay que hacerlo por amor. Y otra cosa que me enseñó es trabajar todo el conjunto para un fin. No se trata sólo de hacer siete bocetos. No es cuestión de estar dominado por el personaje del director. Se trata de estar disfrutando y de poder hacer disfrutar a ese director cuando venga y le enseñes lo que estás haciendo”. Un mentor del que adoptó una forma tanto profesional como profesional. Nunca acudió a recoger sus dos Oscars. “A mí, como a Burmann, me gusta más pasar desapercibido”.
Aquí os dejamos un pequeño documental de Miguel Angel Sancho sobre la figura de Burmann, El Mago de los Sueños.
Gil Parrondo se “independiza” en 1951, cuando empieza a trabajar con Luis Lucía en siete películas, entre ellas la que le hace acreedor a su primer galardón, Jeromín. Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos. Comienza una etapa en la que comienza a multiplicar su volumen de trabajo — diez películas en 1954, labor que completó gracias a su colaboración con el también decorador Luis Pérez Espinosa –, trabaja con Juan Antonio Bardem (Felices pascuas), se curte en el género folclórico (Gloria Mairena, Noches andaluzas, Morena Clara), y consigue uno de sus primeros trabajos internacionales en el Mr. Arkadin, de Orson Welles. Curiosamente, Gil Parrondo detestaba Mr. Arkadin, aunque consideraba a Welles como un genio absoluto. Según reconoció en una entrevista a La Nueva España, en 2002, “tuve la suerte de trabajar con él, aunque la película me pareció malísima: está mal él como actor, está mal dirigida, mal de actuaciones”. Sin embargo, fue la puerta que le abrió el escaparate internacional: cuatro años después comenzaría su relación con el productor Samuel Bronston y daría el salto definitivo a Hollywood, un lugar con el que entablaría una relación de amor que duraría toda su vida.
“Sí; Hollywood, el cine americano, decae, y los europeos han demostrado con películas como La Strada -para mí la mejor de la historia del cine- que no hay que gastar mucho dinero para hacer una gran película. Pero los americanos siguen haciendo cine como nadie y cuando dicen “Vamos a hacer una película”, lanzan una en la que todo es perfecto: la dirección, la interpretación, la música, los decorados. Porque, ya le digo, hacen cine como quieren. En Hollywood, además, hay algo raro, una especie de misticismo, de magia, que no se puede producir, que no existe en oíros lugares. Y cuando todo el mundo dice “están acabados” surge el genio”. Esto lo dijo en 1971.
BRONSTON. LEAN. SHAFFNER. MILIUS.
La carrera de Gil Parrondo en Hollywood está asociada al nombre de Bronston. En este sentido, el también director artístico José María Alarcón recordó en este artículo el tremendo impacto que supuso Bronston de cara a la expansión internacional de los profesionales del cine español. “Cuando los costes de producción en Cinecittá (Italia), siempre en ascensión galopante, alcanzaron en ese país cifras astronómicas, los americanos desviaron su vista hacia España”, explicó Alarcón. De un plumazo, Bronston adquirió los antiguos Estudios Chamartín, alquiló los de Sevilla Films y CEA y alquiló, con derecho a compra, unos extensísimos terrenos en Las Matas (donde Bronston pediría ser enterrado). Pero lo que hizo, sobre todo, fue incorporar el modelo de producción estadounidense a la realidad cinematográfica española, con la introducción del Departamento de Arte. “Capaz de agrupar hasta veinte o más personas, entre director artístico, decoradores, ayudantes, dibujantes, bocetistas y ambientadores: un equipo de estas características, en España, para cada película, obviamente era un lujo que no se podía permitir la producción española”, recuerda Alarcón.
La carrera de Gil Parrondo en Hollywood está asociada al nombre de Bronston. En este sentido, el también director artístico José María Alarcón recordó en este artículo el tremendo impacto que supuso Bronston de cara a la expansión internacional de los profesionales del cine español. “Cuando los costes de producción en Cinecittá (Italia), siempre en ascensión galopante, alcanzaron en ese país cifras astronómicas, los americanos desviaron su vista hacia España”, explicó Alarcón. De un plumazo, Bronston adquirió los antiguos Estudios Chamartín, alquiló los de Sevilla Films y CEA y alquiló, con derecho a compra, unos extensísimos terrenos en Las Matas (donde Bronston pediría ser enterrado). Pero lo que hizo, sobre todo, fue incorporar el modelo de producción estadounidense a la realidad cinematográfica española, con la introducción del Departamento de Arte. “Capaz de agrupar hasta veinte o más personas, entre director artístico, decoradores, ayudantes, dibujantes, bocetistas y ambientadores: un equipo de estas características, en España, para cada película, obviamente era un lujo que no se podía permitir la producción española”, recuerda Alarcón.
Es en este entorno donde Gil Parrondo se da a conocer al mundo, a partir de El Capitán Jones, de 1959, apoyado en la figura del escenógrafo ruso Georges Wakhevitch, quien le sirve para adaptarse en la medida de lo posbile a este nuevo modelo de trabajo. “Me aportó una nueva visión de la escenografía. Vino con una serie de decoradores, ayudantes suyos, que hacían de todo. Significó un concepto nuevo, que combinaba el teatro y el cine, donde se le daba mucha importancia al color”, explicó el decorador, quien tres años antes había quedado fascinado con esta forma de trabajo con su participación en Orgullo y Pasión, de Stanley Kramer. “Nos abrió los ojos a conceptos y técnicas nuevas, que venían de fuera”, indicó. Lo siguiente es historia: Rey de Reyes, El Cid, 55 días en Pekín, La caída del Imperio Romano y El fabuloso mundo del circo. “Una de las épocas más gloriosas de mi vida”, recordó para ABC. “Fue un premio poder trabajar con los técnicos de Hollywood, eran de primera calidad. Y pude hacer los decorados sin tener límites. Lo que pedía el guión se hacía, no había un «esto es muy caro y no se puede hacer». Si algo no está bien en estas películas –- desde el punto de vista de la decoración –- es por culpa nuestra, pero nunca porque hubiera un límite para gastar”.
Sin embargo, Gil Parrondo nunca consideró el dinero como una prioridad y, hasta cierto punto, nunca terminó de confiar del todo en este nuevo sistema. “Puede parecer una tontería, pero creo que cuando hay dinero de forma excesiva es perjudicial para la creación; cuando el talento de una persona tiene que estar luchando para conseguir una idea, no es lo mismo que cuando sobran las cosas. A veces, al empezar, me hablan de un departamento con diez o doce personas y yo trato de evitarlo”.
Gil Parrondo trabaja en Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia, en realidad como creativo artístico asociado, responsable de localizaciones a las órdenes de John Box. “La verdad es que más de la mitad de la película ya se había rodado cuando llegaron de Jordania”, recuerda sobre Lawrence, al tiempo que se deshace en elogios hacia Lean — “Por encima de todo está él. Lean es una especie de mago, tenía un sentido de la composición, de la luz, del color, único” –. De esa época, Parrondo recuerda su colaboración en Zhivago para la icónica casa helada de Varkyno — ideada por Box, con el suelo cubierto de aspirina por nieve, y con especial admiración su trabajo en Almería. “Ocurre algo insólito”, indicó, “que siempre pasa: todo son facilidades. Por ejemplo, a la una de la mañana, está uno cenando y se encuentra con el director y te dice que quiere algo nuevo, especial. Pues bien, entonces encuentras a esa persona que no le importa abrir la tienda a las tres de la mañana para darte lo que te había pedido el director. Eso me ha sucedido varias veces en Almería. Hay un gran afán de colaboración”.
En Almería se rueda Patton, el primer Oscar de Gil Parrondo en 1970, en la primera de sus dos colaboraciones consecutivas con el director Franklin J. Shaffner — la segunda fue su segundo Oscar al año siguiente, por Nicolás y Alejandra (“aunque en Zhivagotrabajamos muchísimo más que en esa”, recuerda) — y el momento en el que conoció a John Milius, posiblemente y de lo que se extrae en las entrevistas, su director favorito.
“Milius tiene un carácter difícil, muy duro, chilla mucho a la gente pero, como le pasa a todas las personas de carácter fuerte, cuando alguien le cae bien… Yo le caí bien”, explicó, antes de relatar una anécdota de El Viento y el León. “Cuando llegó, entró conmigo y entonces me preguntó: ¿Tú que habías pensado para la primera escena, cuando entran ellos? ¿dónde ves el sitio de la cámara?. Le respondí que el lugar que yo creía correcto era la esquina del descansillo de la escalera. Entonces llamó al operador y le ordenó: ¡Cámara aquí!. Esto es una cosa que nunca se olvida. He trabajado con algunos directores muy dubitativos y en cambio Milius no dudaba, confiaba”. Años después, y para Nickel Odeon, Gil Parrondo reiteró su aprecio por la confianza que en él depositó Milius. “De todos los directores, incluidos los españoles, John Milius es el que más fe tiene en mí. No digo que sea un acierto esa fe en mí, pero es una situación. Lo que yo le digo manda hacerlo. Ni lo piensa siquiera”, declaró.
RETORNO A ESPAÑA
Gil Parrondo regresó a España definitivamente en la década de los 80 — sus dos últimas películas extranjeras le reúnen con Richard Lester, con quien mantuvo “una entrañable amistad” en El Retorno de los Tres Mosqueteros y con el propio Milius, en Adiós al Rey — y colabora especialmente con el director que se convirtió en el gran protagonista de la etapa final de su carrera, José Luis Garci para al que decoró la oscarizada Volver a empezar, y gracias a cuyas películas obtuvo sus cuatro premios Goya (por Canción de cuna, You’re the One (una historia de entonces), Tiovivo c. 1950 y Ninette). Además, colaboró con nombres como Camus, Chávarri, Masó y Pilar Miró y participó en una película que recordó con especial cariño: la adaptación de La Regenta, de Fernando Méndez Leite — “un modelo”, apuntó, “que siempre pongo como ejemplo” –.
Parrondo terminó su carrera profesional en 2007 sin ninguna palabra mala para los avances técnicos del cine. “El progreso es bueno y necesario”, explicó para El Mundo, en 2009 y no tiene sentido comparar La caída del imperio romano con Gladiator, porque son verdades cinematográficas completamente distintas”, tras reconocer para los cuadernos de la Academia que nunca terminó de integrarse en los avances digitales. “No estoy en contra de ellos, es que no he encontrado ese camino”.
Los restos mortales de Gil Parrondo han sido trasladados al Tanatorio de la M-30. Se marcha un nombre histórico del cine, pero sobre todo un profesional consumado. “Gil Parrondo”, apuntó Mendez Leite, “es la experiencia, la capacidad de comprensión de un guión y de cada uno de los personajes que están inmersos en la historia. No es un director artístico que trabaje para satisfacer su ego creativo. Trabaja en equipo y entiende que su primer deber es la lectura atenta del guión y el intercambio de ideas con el director. No va a hacer su obra, su decorado, sino a crear los espacios que permitan la mejor comprensión del argumento y de las ideas que contiene”.
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